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La interpretación del pasodoble Idella da inicio a 5 intensos días de Fiestas. Foto: Jesús Cruces / Valle de Elda

Las Fiestas de Moros y Cristianos de la ciudad de Elda, en la provincia de Alicante, se celebran en honor a San Antón. Desde que se recuperara su celebración en los años cuarenta del pasado siglo, fue alcanzando su consolidación cuatro décadas después.

La indumentaria, sus tejidos, abalorios y colorido han revolucionado la fiesta, cuyos desfiles se tornan puro espectáculo para el eldenses y visitantes. Más de 8.000 festeros avalan tan masiva participación.

Elda, conocida por su tradición zapatera abarrota sus calles de visitantes que quieren ver y vivir la fiesta. Por las mañanas los Cuartelillos de las Comparsas y sedes de Escuadras ofrecen, a los festeros que aún resisten al amanecer, un reconfortante café en algunos casos con dulces torrijas, pero es el almuerzo, elaborado por profesionales contratados para estos días, lo que da sentido en estas fechas, sobre todo si se trata del tradicional cocido con pelotas, también conocidas como 'fasiuras'.

Hombres y mujeres agrupados en nueve comparsas, repartidas entre el bando moro y el cristiano, disparan a horas tempranas del día en el Alardo; las calles se nublan de pólvora.

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La fantasía protagoniza las fiestas de Elda, en honor a San San Antón. Foto: Sergio Tovar Moya

En la Plaza de la Constitución, abarrotada, irrumpen las Embajadas Mora y Cristiana; un texto que narra los acontecimientos históricos, declamado con el histrionismo que merece la situación, en la que no faltan caballos, halcones y el Castillo de cartón piedra.

Tras los Parlamentos, una marea de personas se dirige a los diferentes Cuartelillos donde suena la música y se degusta el aperitivo. Por la tarde se suceden los esperados Desfiles cuyo vestuario y obras musicales convierten el acto en un espectáculo muy recomendable.

Inicios de las Fiestas de Moros y Cristianos de Elda

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Cartel anunciador de las fiestas de 1947

No es fácil reconstruir la historia de las Fiestas de Moros y Cristianos de Elda; no existen enciclopedias que les dediquen apartados completos ni sesudos informes que diseccionen todos los factores que han intervenido en su resurgimiento y posterior desarrollo. No obstante, disponemos de una fuente de inestimable valor, la memoria de los que promovieron estas fiestas en los primeros años 40 y otras personas que se han ido incorporando con posterioridad, y que se han entregado en cuerpo y alma para mantener y prestigiar estas fiestas.

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San Antón a su llegada al templo de Santa Ana, Foto: Intercomarcal

Uno de los elementos clave para el surgimiento de las Fiestas fue la Mayordomía de San Antón, institución encargada de organizar los actos al Santo del que toman nombre, que consiguió que con un salvoconducto expedido por el Ayuntamiento se autorizara a traer a Elda la imagen de San Antón desde Alicante (año 1941).

De esta manera, comenzaron a organizarse los actos en honor al Santo. En esta situación se llega al año 1943, donde concurrieron una serie de factores determinantes para el origen de las Fiestas tal y como hoy las conocemos, y fue una sencilla anécdota el detonante.

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La imaginación presente en los Moros y Cristianos eldenses. Foto: Bernardo Ejido López

En uno de los actos que programaba la Mayordomía para las fiestas en honor a San Antón de 1943, se encendía una gran hoguera en la Plaza del Ayuntamiento en torno a la cual la gente bailaba al son de la música de una banda.

Ese año, se presentó en medio del baile un personaje conocido del pueblo (Pepito "el Platanero") vestido con un traje de Contrabandista traído de Villena. Y mientras la gente bailaba, crecía el deseo de formar comparsas y organizar unas Fiestas de Moros y Cristianos tal y como ya ocurría en otras localidades vecinas ( en Petrel, Sax o Villena ya se celebraban).

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Cinco días de fiestas, color y alegría en las calles eldenses

Así, en las fiestas de San Antón de 1944 ya se hizo un pequeño desfile informal en el que participaron cinco comparsas, y al año siguiente se organizó con todos los honores un desfile en regla, dentro del programa oficial de la Mayordomía.

Durante los dos primeros años, los desfiles se organizaron en las fechas en que se celebraban las fiestas a San Antón (Enero), pero en el año 1946, y debido al gran frío se cambió la fecha de celebración, que pasó a ser Mayo, tal y como sigue siendo en nuestros días. De esta manera, las Fiestas del Santo se celebran en Enero, y las Fiestas de Moros y Cristianos en Mayo.

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Los cuartelillos, lugares de convivencia y reunión durante todo el año

Es importante mencionar que, conforme han ido pasando los años, se han ido incorporando distintas comparsas, tanto al bando moro como al bando cristiano, y también han ido desapareciendo algunas que no fueron capaces de sobrepasar las difíciles pruebas que ha todas se les han presentado.

En definitiva, las comparsas que hoy en día siguen vigentes son, en orden de aparición en estas fiestas: Contrabandistas, Cristianos, Estudiantes (bando Cristiano), Moros Marroquíes y Moros Realistas (bando Moro) en el año 1944; los Piratas, que aparecieron en el 46 y que primero fueron al bando Moro para pasar más tarde al Cristiano; los Moros Musulmanes, en el año 1947 para reforzar las fuerzas de los sicarios del Islam; los Zíngaros, en el 48 forma parte del bando Cristiano; y más tarde, en 1976, las Huestes del Cadí se incorpora al bando Moro.

Publicado en alu.ua.es

Recuerdos de Elda o las Fiestas de mi Pueblo, por Emilio Castelar

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Monumento a Emilio Castelar de 1932 en Elda. Foto: Disparatema

... Y no digo nada de los moros y cristianos. La ilusión era completa. El tabernero de la esquina, el mojigato de la vecindad, el cristiano viejo sin un abuelo que oliera a hereje, el sacristán de amén, parecíanos Muza o Tarik, grandes sultanes de serrallo, incapaces de probar el torrezno y de respirar el vino así que vestían los pantalones bombachos de seda amarilla, las fajas multicolores, las chaquetas bordadas de lentejuelas, los turbantes de gasa llenos de alharacas, las babuchas de tunecino tafilete. Una vez disfrazados de esta suerte, ni advertíamos bajo el disfraz su propia condición, ni advertidos la creíamos, pues en la fuerza creadora de nuestra fantasía estaba el fingir, moros hechos y derechos, recién venidos de Mauritania, conquistadores de España, a los cristianos viejos que, por devoción al santo de la festividad, participaban con ardor infantil de aquella mogiganga. Los nuestros solían vestir, no como los caballeros de la Vega, cuyas estatuas vemos bajo las bóvedas de la catedral de Toledo, sino como petimetres del 

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Festeros en 1944, inicio de la etapa actual de las Fiestas de Moros y Cristianos

último siglo: que mis paisanos, como los pintores del Renacimiento, reparan poco en cualquier anacronismo. Nada de brocado, de malla, de cota, de pacete; al revés, calzón corto, zapato con argénteas hebillas, medias de seda, casacón antiguo, sombrero apuntado, distinguían a los católicos de los mahometanos. Pero en lo que ambos ejércitos se confundían, era en el estruendo que armaban por cuarenta y ocho horas seguidas cerrando el uno contra el otro con mortal coraje. Diríase que estábamos en plena batalla, y no en sencilla fiesta: tal sonaban los arcabuces, las descargas, los cañonazos, las bombas, las tracas, los morteretes, los petardos, las mil explosiones de la pólvora. El castillo de cartón pintado, parecíanos real y efectiva fortaleza, en cuyos muros los enemigos de nuestra religión oprimían y vejaban a la patria. El embajador cristiano, que iba caballero en su alazán, precedido de heraldos y pajes, acompañado de pomposa comitiva, en requerimiento y demanda de la fortaleza, llevaba consigo nuestros votos,

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Pedero García Navaaro. Capitán Bando Moro - Año 1873

como si de real y no fingida embajada se tratase. El día primero de la fiesta, en que los moros ganaban la batalla, nos íbamos tristes a nuestra casa, como si volviéramos del mismo Guadalete y nos encontráramos la iglesia profanada por los ulemas, y ocupado el hogar por los guerreros, reducidos nosotros a las mazmorras y señaladas las mujeres al serrallo. Más en el día siguiente, cuando entre el humo rojizo de la pólvora, el relampagueo de los fogonazos y de los tiros, el estruendo de las descargas y la gritería universal de los combatientes, trepaban los nuestros por las escalas y combatían cuerpo a cuerpo en las almenas, arrojando moros muertos por los adarbes, y persistiendo hasta poner la bandera española en la más alta cima, el «Te Deum» que estallaba en nuestro pecho podía confundirse, por lo religioso y lo sincero, con el «Te Deum» inmortal de las Navas de Tolosa. 

Copia literal del texto dedicado a las fiestas de Moros y Cristianos entre las páginas 10 a 13

Fotografías

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Foto: Miguel M. Bañón

'La Embaja' del año 2021

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Programa de actos - Año 2023

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